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Cómo ser mujer a pesar de ser madre de tres

Por Una mamá Española en Alemania

Me encuestan aquí en El Club sobre cómo es eso de ser mujer a pesar de maternar un trío luciferino y, si les soy sincera, razón no les falta. Yo también me lo pregunto a menudo.

No porque escaseen los recordatorios atributivos, ni mucho menos; que unas dos mil quinientas veces al día, como mínimo, se me conmina a destajo con el feminísimo mamá – o cualquiera de sus derivados -; además, bien clarito que lo pone en mi DNI.

Lo que más engorroso se me antoja, es el balance negativo que resulta de comparar mi ajada comparecencia ante el espejo con la idea de mujer que mi retorcida mente ha tenido a bien fraguar durante muchos años. Años y libros y películas y revistas y cosas por el estilo.

Y es que no me irán a negar ustedes que, ya de por sí, el término «mujer» como que tiene mucho peso. Lo que no sé decirles es si será por esa castiza jota, justo en el medio; o porque servidora integra una requeteperturbada generación que creció venerando, ojiplática, a la flamante Jessica Rabbit.

El caso es que allá en mi tierna juventud eso de estimarme mujer era para mí algo lejano e inalcanzable; como más de mi madre y de Jessica. Un pensamiento que no había hecho acto de presencia en mi atolondrada cabezota.

Hasta que cloné al Maromen por primera vez y, unos días después, un niño – por suerte ajeno y, actualmente, destinatario de dos velas negras- me llamó «señora.»

¡Eso lo será tu madre! Fue lo único que acerté a espetarle con la mirada mientras la realidad me soltaba uno de sus temidos sopapos. Porque yo tendría veinticuatro primaveritas y calzaría con orgullo unas Converse perroflaúticas; pero lo que había empezado a admirar de la pelirroja no eran ya sus contoneos y morritos estudiados, sino más bien el tiempo infinito de que disponía para acicalarse. Su implacable motivación para enfundarse – en-fun-dar-se – un vestido, subirse a unos tacones y, por encima de todo, su osadía por salir de casa sin maxibolso.

Deprimente ¿no creen?

Les confesaré además que, a día de hoy, algunos días me vuelve a atormentar el recuerdo del niño. También el de la señora Rabbit. Entonces me siento muy señora y poco mujer. Y me tienta el deprimirme un rato. Mas por suerte hace un par de años se me ocurrió trastear por la red. Me encontré con esas moderneces llamadas blogs que, gracias a Gott, están al alcance de cualquiera. Con ellos aprendí que lo normal es no parecerse a la caricatura más sexy de la historia. Que eso de ser mujer es muchísimo más complejo. Y también que, aunque a veces dé la impresión contraria, maternar puede hacerlo infinitamente más divertido.

Publicado el 16 Sep, 2013

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