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El misterio de la felicidad

Una amiga «invisible» del círculo de madres me regaló un libro que me devoré enseguida. Se trata de La vida que florece, el último libro de Martin Seligman, profesor de la Universidad de Pennsylvania, considerado el «padre» de la psicología positiva. Vamos a hablar de felicidad.

Psicología Positiva

Había oído hablar de la psicología positiva, y sabía de qué iba más o menos (la felicidad, las emociones positivas, el optimismo…) pero no había leído hasta ahora ningún texto del propio Seligman. De este autor es el concepto de «indefensión aprendida» (que está en la base de toda  educación basada en la obediencia); suyo y de su equipo es el sistema para reconocer las fortalezas personales (puedes hacer el test para conocer tus propias fortalezas aquí)  y suyo es el primer Máster en Psicología Positiva Aplicada del mundo, que se lleva a cabo desde 2005 en la Universidad de Pensilvania, llevando al mundo académico muchos conceptos que hasta ahora parecían pensamiento «alternativo».

La teoría de la felicidad

En su último libro, Seligman intenta desarrollar una «teoría de la felicidad» o «teoría del bienestar», para lo cual cuenta con los estudios que su propio equipo ha realizado con el mismísimo Ejército de los Estados Unidos, sobre todo con respecto a la resiliencia y al crecimiento postraumático. Seligman se ha reunido personalmente con el presidente norteamericano, y está desarrollando un programa multidisciplinar que abarca tanto la salud emocional como la salud física, y también por supuesto la educación positiva. Según él, la riqueza de los países no debería medirse por el PIB, sino por el grado de bienestar general.

Hace especial hincapié en la necesidad de un cambio en el sistema educativo: «quiero que se produzca una revolución de la educación en el mundo. Todos los jóvenes tienen que capacitarse para el mercado laboral, el principal objetivo del sistema educativo vigente desde hace doscientos años. Además ahora podemos enseñar las habilidades del bienestar, cómo sentir más emociones positivas, encontrarle sentido a la vida, mejorar las relaciones y conseguir logros más positivos. Los centros educativos de todos los niveles deberían enseñar tales aptitudes». Según confesó en esta entrevista a El País, sus propios hijos han sido home-schoolers: «no van a la escuela hasta los 14 años, estudian en casa, porque es hasta la adolescencia cuando podemos inculcarles las herramientas para que sean positivos».

Seligman cita en su libro profusamente a otro científico eminente: George Eman Vaillant,catedrático emérito de Psiquiatría de la Universidad de Harvard, y usa sus conclusiones para trabajar sobre una de las principales fortalezas del ser humano: amor, apego, capacidad de amar y ser amado.

¿Cómo podemos alcanzar la felicidad?

La Revista Geo, Una nueva visión del mundo, en su número 297, de octubre de 2011, dedicó un monográfico a la felicidad, incluyendo una entrevista titulada «¿Cómo podemos alcanzar la felicidad?» (págs. 58-69 de la edición española) en la que el profesor Vaillant, nacido en 1934, habla del proyecto que él mismo dirige desde hace 44 años. Se trata de un macro-estudio que se lleva a cabo en la Universidad de Harvard, siguiendo las biografías de 814 hombres y mujeres estadounidenses que nacieron entre 1910 y 1930 (uno de los estudiados fue el presidente Kennedy).

La conclusión más importante a la que los científicos de Harvard han llegado después de más 40 años de investigación minuciosa sobre los recorridos vitales de todas esas personas, es que felicidad es igual a amor.


«¿Qué es entonces lo que exactamente une a los «felices sanos» de todas las edades y capas sociales? Es la misma fuerza mágica con cuya fuerza Susan Wellcome ha dominado su vida; una fuerza que también se puede demostrar sin métodos de medición… porque prácticamente te asalta en cada encuentro personal: la capacidad de amar y dejarse amar. Esto, dice Vaillant, es para él el resultado más importante de los 40 años de su investigación. Suena tan fácil. Pero es tan difícil…» opina Johanna Romberg, la periodista autora del reportaje.

Sin embargo, al terminar la entrevista la periodista se pregunta: «¿Por qué el amor resulta tan fácil a algunos, mientras otros no lo alcanzan en toda su vida? La respuesta de George Vaillant es un suspiro desde lo más profundo del alma: «Créame usted», dice, «es una pregunta que no cesa de rondarme en la cabeza».

Y a mí, al leer esta vaga respuesta del eminente científico, se me hizo la luz: ¿cómo es que Vaillant no se ha reunido todavía con el doctor Michel Odent? Hago votos por esa reunión, a ver si algún patrocinador se anima.

La importancia del nacimiento

Ni Vaillant en el reportaje de Geo, ni Seligman en su último libro, ninguno de los dos habla en ningún momento de la forma de nacer ni del período que rodea al nacimiento. No sé si alguna variable de ese tipo se habrá tenido en cuenta en el estudio de Harvard.

Sin embargo, el médico francés Michel Odent, en su Centro de Estudios sobre la Salud Primal radicado en Londres, ha cotejado un sinfín de estudios que relacionan variables de salud física y emocional con la salud primal, con el período que rodea al nacimiento, y hasta los dos años de vida. Sus conclusiones las expone en muchos artículos y libros.

«Durante el proceso del nacimiento, segregamos una serie de hormonas que permanecen en los sistemas corporales tanto de la madre como del bebé justo después del nacimiento. Ambos, la madre y el bebé, se encuentran entonces en un equilibrio hormonal cuya duración tiene una naturaleza vital corta y que, además, no volverá a presentarse en el futuro. Si consideramos las funciones de estas hormonas y el tiempo que tardan en ser eliminadas por parte de nuestro organismo, entenderemos entonces que cada una de estas diferentes hormonas cumple exclusivamente un papel igualmente diferenciado en la interacción madre-bebé» ha explicado Odent en su artículo «El nacimiento y los orígenes de la violencia» y desarrolla luego en varios de sus libros.

El camino más corto

Entonces, concatenando esta serie de evidencias científicas se puede llegar a una conclusión: si la felicidad apunta principalmente a la capacidad de amar y ser amado, y la capacidad de amar y ser amado a su vez se vertebra en buena medida en ese pico oxitocínico que rodea al nacimiento (embarazo, nacimiento, primeras horas, días y meses de vida), la protección social de la forma de nacer y criar, del parto respetado, la lactancia materna, la crianza corporal y amorosa, el contacto físico con los bebés y niños… es el camino más corto hacia la felicidad y el bienestar personal de las futuras generaciones. El nacimiento y la primera crianza no nos determina, no hay nada que no se pueda «sanar» luego, pero nos ahorra en buena parte tener que desandar lo mal andado.

Parece que lo que bien empieza bien acaba. ¿He ahí el misterio de la felicidad? ¿Qué opináis?

Ileana Medina

Autora del blog Tenemos Tetas

Publicado el 10 Abr, 2012

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