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Cuestión de bandos ¿con quién se alían los niños?

Por Una Mamá española en Alemania

Tener hijos te transmuta en experto malabarista y competente versátil. Tener padres, en cambio, te convierte en un superviviente. Sí, no pongan esa cara, han leído bien: superviviente. Y para sobrevivir hay que escoger bandos.

¿Acaso no recuerdan ustedes lo engorroso que es tener que ir pidiendo permiso para darse un capricho edulcorado? ¿O que le elijan la ropa por las mañanas? ¿O que le camuflen coliflor en la bechamel?

¿Y qué me dicen del fastidio que supone depender de un adulto atolondrado para lucir pañales de su talla? ¿O bodies? ¿O un pandero lustroso? Créanme, señores, ser niño es agotador.

Supóngome yo que será por eso que la señora evolución tuvo a bien insertarles a los rorros de todo tipo la habilidad para dominar con maestría el arte de los concordatos y armisticios por doquier.

Lo que se conoce en el mundo de los adultos como cohecho, vamos.

O ya me dirán si es justo y proporcionado canjear un aleteo de pestañas adorable por el usufructo ad eternum del medio de la cama grande. O un sentido puchero por la eliminación de la espinaca en el menú semanal. ¿No creen?

En cualquiera de los casos, lo más importante suele ser la consecución de una alianza robusta con uno de los progenitores, a poder ser con la madre, que es más fácil. Que sí, que ya lo sé, que somos las que nos pasamos el día con el «no» en la boca, las que todo lo prohibimos y las que más amenazamos; pero, a la hora de la verdad, bien sabe el infante que, de buen grado, entregamos nuestro reino por medio minuto de paz en el sofá. Y unos besitos.

A medida que se han ido añadiendo polluelos a esta familia, a mí me han ido creciendo los enanos; y al Maromen los suspiros. Que se ha sentido muy solo, el pobre, ahí arrinconado en el otro bando.

Mas que no les de pena ninguna el fértil teutón, que me temo que dentro de poco voy a ir a hacerle compañía. Y es que los polluelos ya no me necesitan, oigan. Desde que dos saben contar, se han percatado de lo que significa superioridad numérica. Sobre todo en lo que a taladramiento psicológico y capacidad pulmonar se refiere.

Ahora, si no están tirándose de los pelos por el mismo trebejo, se fusionan por el bien común. El suyo y con sabor a Nutella, por supuesto.

Publicado el 08 Abr, 2013

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