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El precipicio de la treintena y la mujer empoderada

Hace pocos días que fue mi cumpleaños, y junto a mi peque soplaba treinta y nueve velas. Es mi último año en la treintena y confieso que me voy sintiendo algo diferente. No sé si porque me encuentro al borde de un precipicio a punto de dar el salto al mágico número cuatro o porque ser la madre de un niño de cinco años te hace ver la vida de modo diferente.

Serán las hormonas, la falta de sueño, los años de menos, la inexperiencia… Me recuerdo a mi misma con mi bebé de pocos meses de modo muy diferente. Han pasado muchas cosas desde entonces, he aprendido mucho gracias a La Tribu y al mundo 2.0. Y muchas cosas dentro de mí han ido evolucionando. La maternidad me ha ido transformando en una mujer más serena, más vital, más preocupada por la vida  y los pequeños detalles, ¿más madura?

No recuerdo soplar las velas sin él

Mi pequeño Rayo me ha mostrado un camino muy diferente al que yo me esperaba cuando llegó a mi vida. Y me ha ido acompañando para soplar mis velas en las últimas celebraciones. Ya no me acuerdo de cuando soplaba las velas de mi tarta sin él. Cosas de madres supongo ;)

Cuando tenía un año decidí aceptar un ERE que mi empresa lanzó, coincidía con sus problemas de salud. Y me dediqué en cuerpo y alma a su crianza y educación. Mamá 24×7 dejé de lado muchas otras facetas de mi vida. Fue muy hermoso pero también muy duro.

Tras su escolarización yo me sentía un poco perdida, sin saber muy bien qué derroteros tomaría mi vida. Poco a poco él iba ganando en independencia y el cordón umbilical que aún nos unía se iba volviendo más fino. Comenzaba a no reconocerme, me miraba pero no veía a la mujer solo veía a la madre.

Era el momento de regresar

Después de reflexionar acerca de lo que quería y de lo que no, supe que debía retomar algunos de esos aspectos que había dejado abandonados. Regresé al mundo laboral, lo cual me ha traído muchas satisfacciones, muchas recompensas personales y gratas sorpresas. Y retomé esa faceta de mujer que dejé un día apartada, incluso olvidada. Comenzó a preocuparme de nuevo mi físico y creo que es justo que demos rienda suelta también a esa faceta más frívola de la vida. Pues claro que nos preocupa que se nos caiga el pelo después del embarazo, o que la tripa colgona no quiera irse o que ya no entremos en nuestros vaqueros preferidos.

Hoy me siento más relajada y segura, veo que todo fluye con normalidad y que el esfuerzo –físico y emocional- que supone el pistoletazo de salida de la maternidad se va minimizando. Ahora me miro al espejo y vuelvo a verme: ésta si soy yo, la de antes. Quizá con algún kilo de más, o con una arruguita (o dos) añadida pero me veo y me gusto.

Hoy soy la MADRE, así en mayúsculas, de un jovenzuelo que va camino de cumplir seis años. Las preocupaciones que me rondan ya no están ligadas a la lactancia, a la adaptación, a la alimentación, a los despertares nocturnos. Ahora me atrae todo lo relacionado con la educación, su independencia, su desarrollo, su formación. Y su crianza no implica el desgaste físico de antaño.

El empoderamiento

Ese empoderamiento que nos concede la maternidad lo traslado ahora a mis otras facetas. Soy madre, ¡por supuesto! Y gracias a ello me siento más mujer. Con mis “casi 40” me gusta cuidarme, mimarme, sentirme guapa. Me encanta que mi hijo me piropee: “qué guapa te has puesto mamá”. Pero también me gusta trabajar, aprender, estudiar, innovar. Tengo un mundo lleno de posibilidades a mi alcance. ¡Soy una mujer empoderada!

Belén Pardo

Autora del blog Mamá sin Complejos

Publicado el 17 Oct, 2012

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