Glosario

Parentalización o parentificación. ¿Qué es y cuáles son sus consecuencias?

parentificación o parentalización de los niños

No es raro que los niños traten de imitar lo que hacen los mayores a través de sus juegos y esto es, de hecho, una parte fundamental de su desarrollo. Sin embargo, cuando estas actividades pasan del juego a ser funciones reales, podemos encontrarnos ante casos de parentificación o parentalización del niño. Vamos a explicarte el significado de parentificación, por qué puede darse esta situación y cuales son sus consecuencias en el desarrollo de los peques.

¿Qué es parentificación? 

La infancia debería ser una etapa marcada por el juego, el aprendizaje y el cuidado por parte de los adultos. Sin embargo, en algunos casos, los roles familiares se invierten y son los propios niños quienes asumen responsabilidades que no les corresponden

La parentificación es un fenómeno psicológico que le sucede a niños en ciertos contextos que invitan a cambiar tareas y deberes escolares por responsabilidades propias de un adulto. Un ejemplo muy evidente podría ser cuando dos hermanos quedan huérfanos y el mayor asume el rol de padre sobre el hermano pequeño. Esto obliga al hermano mayor a llevar a cabo una serie de tareas físicas y emocionales para las que no está preparado y tiene consecuencias que acompañan de por vida la personalidad del niño.  

Tipos de parentalización 

El ejemplo anterior es un caso muy obvio pero hay que tener en cuenta que, dependiendo del tipo de función que asume el niño, existen dos tipos de parentalización muy distintos y otros casos que no serán tan evidentes pero que son igualmente detrimentales para la evolución de los pequeños.

Parentalización instrumental 

La parentalización instrumental se refiere a aquellos casos en los que, debido a diversas circunstancias, un niño tiene que asumir tareas del hogar tales como hacer la compra, limpiar, cuidar de los hermanos pequeños o de alguien con dependencia o, en casos más graves, trabajar para mantener económicamente el hogar. Esto no solo sucede en hogares en los que falta uno o ambos progenitores sino que también es algo muy habitual en familias muy numerosas (que superan los 3 hijos). Resulta imposible para los padres y madres dar la misma atención a todos sus hijos, por lo que el cuidado emocional y a veces físico de los pequeños, acaba recayendo en los mayores.

Aunque colaborar en algunas de estas actividades fomenta la madurez y la responsabilidad y, de hecho, se alienta a que los niños y niñas ayuden en la tareas diarias desde pequeños, es una situación muy distinta cuando el niño asume que, si no hace él dicha tarea (dar de comer al bebé, limpiar la cocina, llenar la nevera…) esta no se hará nunca.  

Parentalización emocional 

En este tipo de casos el niño asume un rol de apoyo emocional hacia sus padres o familiares, cubriendo necesidades afectivas que no le corresponden. Puede convertirse en el consuelo habitual de un progenitor triste, ansioso o deprimido, actuar como mediador en conflictos familiares o verse expuesto a confidencias y preocupaciones adultas que superan su capacidad emocional. A diferencia de la parentalización instrumental, este tipo de rol es más difícil de detectar, ya que no implica necesariamente tareas visibles o concretas. Sin embargo, sus consecuencias pueden ser igual de graves, e incluso más profundas, afectando la manera en que el niño desarrolla su identidad, sus vínculos afectivos y su forma de percibir las relaciones en el futuro. 

Consecuencias de la parentificación 

La parentificación, sea del tipo que sea, tiene una serie de consecuencias que acompañan o marcan de por vida la personalidad del niño. 

En la infancia, un niño parentalizado sacrifica su derecho al juego, al ocio y al desarrollo emocional libre, viviendo una infancia marcada por el deber y la preocupación. Asumir responsabilidades adultas puede generar ansiedad, estrés y sentimientos de culpa si no consigue «salvar» a su familia y el niño o niña puede desarrollar la creencia de que solo es valioso cuando cuida de los demás, dificultando la construcción de una identidad sana. 

Una vez cumplida la mayoría de edad, los adultos que fueron niños parentalizados tienden a asumir roles de cuidadores en sus relaciones, priorizando las necesidades ajenas sobre las propias. Les cuesta establecer límites sanos, sintiendo responsabilidad por el bienestar de otros de forma desmedida. Al estar acostumbrados a cuidar constantemente, pueden llegar a estados de agotamiento profundo y sufrir síndrome de burnout y además tienen tendencia a las relaciones codependientes, en las que la necesidad de «salvar» o «ser necesarios» puede llevarlos a establecer vínculos desequilibrados o dañinos. 

La intensidad de las consecuencias dependerá de varios factores como la duración de la parentificación, el apoyo externo disponible y la capacidad del niño para encontrar espacios seguros fuera del hogar. 

¿Qué factores favorecen la parentalización? 

Hay escenarios familiares que aumentan la probabilidad de que un niño sufra parentalización. Un ejemplo de ello son las crisis económicas, cuando afectan de lleno al seno familiar, pueden surgir situaciones de supervivencia, de dudosa moralidad que involucran al pequeño en tareas remuneradas. Otro caso común se da con las enfermedades físicas, mentales o adicciones graves en los padres. Cuando un progenitor está incapacitado o enfermo, el niño puede asumir su cuidado o el de otros hermanos.  

La más común se da en separaciones o divorcios conflictivos, algunos padres, consciente o inconscientemente, buscan apoyo emocional en sus hijos durante el proceso. Por otro lado, existen los casos de padres despreocupados o, directamente, negligentes.

¿Cómo se puede reparar el daño de la parentificación? 

La buena noticia es que el daño causado por la parentificación se puede sanar. No es un proceso inmediato, pero con el acompañamiento adecuado es posible reconstruir una vida emocional más libre. El primer paso para sanar es buscar ayuda terapéutica. Un profesional puede guiarte para identificar de qué manera te ha afectado la parentificación y ayudarte a construir nuevas formas de relacionarte contigo mismo y con los demás. 

También es fundamental aprender a poner límites. Es importante entender que no eres responsable de la felicidad de los demás y que priorizar tus propias necesidades no solo es legítimo, sino necesario para tu bienestar. Validar tu experiencia es otro aspecto esencial. No minimices lo que viviste: reconocer el dolor y las renuncias de tu infancia te permitirá empezar a sanar desde un lugar de honestidad emocional. 

A medida que avanzas en este proceso, recuperar tu propio espacio es clave. Dedica tiempo a actividades que te nutran, pensadas únicamente para ti, sin sentir culpa ni la presión de estar siempre disponible para otros. Finalmente, redefinir tus relaciones te permitirá construir vínculos más sanos. Rodéate de personas que respeten tus límites y te valoren por quién eres, no solo por lo que puedes hacer por ellas. 

La reparación del daño requiere tiempo y paciencia, pero es un camino posible que lleva a una vida más equilibrada, auténtica y libre de cargas que nunca te correspondieron. 

De todas formas, la parentalización no define a un niño de manera irreversible. Con apoyo, es posible reconstruir una vida emocional más libre y satisfactoria. 

Fuentes: 

Publicado el 09 May, 2025

Suscríbete a nuestra Newsletter y podras:

  • Conocer las últimas novedades y lanzamientos de productos.
  • Disfrutar de ofertas exclusivas

QUIERO SUSCRIBIRME