Glosario

Soy una madre feliz y vivo en Alemania

Que la maternidad te cambia la vida lo sabe todo el mundo (que sea mujer y tenga hijos, ojo).

Antes te llamabas Fulanita y salías de copas con Menganita. Ahora eres “la madre-de“ y sales de bollicaos al parque. Punto.

Pasas de pensar todos los días por la mañana ¿Y hoy?… ¿qué me pondré? a pegar un cartel en la puerta de casa que dice: ¡Vístete!, por el amor de Gott, y no te olvides de ponerte zapatos. Y aun así, hay (demasiados) días que no lo ves.

Pasas de comprarte lo que te gusta a autoconvencerte de que estás súperfavorecida con los tonos puré y galleta deshecha, por si los chorretones.

“Nouvelle Cuisine“ para tí es igual a  “Camuflar la coliflor en 3 pasos sencillos

Solías leer. El Cosmopolitan, el Quijote, el Periódico… Ahora recitas de carrerilla la Mosca Fosca y te has abonado al –itis newsletter de la wikipedia (no vaya a ser que llegues sin propuesta al pediatra y ose decirte que no es ná, mujer, un virus sin importancia).

Tenías un padre y una madre. Petardos y exigentes. Ahora te das cuenta de que la petarda eras tú y te dan ganas de copiar todos los días 1000 veces mamá siempre tiene razón. Siempre.

Tenías por costumbre ir por la calle tan campante y toda mona con tu Ipod y sacando pecho, y ahora cantas a capella y sin pudor el Mamut que quería volar. Aunque vayas sola.

En definitiva: tú antes vivías tu vida y ahora te conformas con imarginártela.

Si además tu tormento se multiplica por tres, no te queda tiempo ni para elucubraciones. Porque tú vas por la calle y tienes que  cruzar y… ¿cuántas manos tienes?… y ¿cuántos niños? Pues eso.

De todas formas, aviso, mucha gente tiene la mala costumbre de tomarme demasiado en serio.

La primera, yo misma, que hace 6 años todavía afirmaba, juraba y creo que hasta firmé en algún sitio que jamás de los jamases pasaría por la vicaría ni muchísimo menos, dónde va a parar, tendría hijos.

Y aquí me tienen ahora, casada con un teutón, Mutter de familia numerosa y en un bucólico y (por ende) aburrido minipueblo del suroeste alemán.

Así que cuando las Madres Felices me propusieron formar parte de su Club me dí cuenta de que se me debía de estar viendo más el plumero de lo que yo pensaba y que, afortunadamente, debe de haber mucha más gente con sentido del humor de lo que imaginé.

Un placer.

Por Fátima Casaseca

Publicado el 06 Mar, 2012

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